Santiago Alba Rico es nuestro autor utópico más estimado, pues a diferencia de muchos miembros de su generación, se negó a entregarse al posibilismo en el campo político y siguió imaginando y luchando por un futuro otro. En ese sentido, Santiago es el filósofo jovial de España, el más joven de todos; sus escritos dejan siempre abierta la fuerza a la esperanza, como si su pensamiento se negara a dejarse nublar por los nubarrones pesimistas de una izquierda española entregada a la realpolitik y al espectáculo.

En esta ocasión no podemos dejar escapar la oportunidad de proponer un diálogo a Santiago, a partir de su artículo Distopías, publicado en la Revista CTXT. En este afirmaba que el público de las ficciones distópicas se constituye por lectores y espectadores de clase media que ya no pueden <<experimentar los elementos distópicos infiltrados ya en sus existencias (tecnológicos y políticos) y que se defienden de ellos proyectándolos en la ficción y en el futuro, dos lugares donde el dolor latente se vuelve goce presente>>. Esto puede que sea verdad en algunas ocasiones, pero no es menos cierto que los lectores de las distopías a veces sienten un efecto de extrañamiento que vuelve esos elementos de dominación tecnológica y política -que comenta Santiago-, no ya en algo familiar, sino precisamente en algo que resulta extraño y que saca al lector de las páginas. Es decir, desde nuestro de vista, las distopías pueden servir para politizar las conciencias.

Santiago afirma que <<los mundos distópicos, de orden político o moral, invierten la jerarquía afectiva de las ficciones clásicas: son la dureza, la crueldad, la violencia, la amoralidad, ahora convertidas en rasgos centrales de los personajes protagónicos, inevitablemente interesantes (pensemos en Los Soprano o en Breaking Bad), las que nos tientan desde nuestra frágil crisálida consumista, como aquello que querríamos llegar a ser o, al menos, como refugio cínico para nuestras vidas insatisfactorias pero aún relativamente cómodas>>. Sin embargo, algunos de los elementos que comenta Santiago son elementos formales de la distopía o de las películas de acción, en el sentido de que la violencia funciona como cierre narrativo reduciendo la trama a una sucesión de escenas violentas. Si seguimos a Jameson, esa reducción de la trama es un síntoma de nuestra época, en el sentido de que manifiesta la reducción al cuerpo y el hecho de que percibimos una suerte de presente absoluto que nos impide armar nuestros proyectos desde lo colectivo y sus ritmos. Creemos que la dureza, la crueldad, la amoralidad… son muchas veces las consecuencias de ese cierre formal.

Más que un refugio, sugerimos que la ficción distópica puede ser concebida como una fuerza, una potencia no sólo para extrañar nuestra realidad, sino especialmente para sortear la dificultad de imaginar el final del capitalismo que comentaba Jameson. En este sentido, las ficciones de corte apocalíptico pueden ayudarnos en tanto que imaginan el final del capitalismo figurando el fin del mundo; esto resulta de especial interés, teniendo en cuenta la atrofia de la imaginación en estos tiempos.

Y es que Santiago Alba Rico parece estar de acuerdo con nosotros cuando habla de la necesidad de localizar la salvación en la mirada; sólo que la mirada aparece bajo el signo de lo negativo cuando la dirige hacia el estudio de las ficciones distópicas, concibiendo esa mirada hacia el final como una suerte de refugio, cuando creemos que podemos invertir esa valencia negativa en una positiva para de esta manera entender que la distopía puede ayudarnos a seguir en la lucha y en la esperanza en el sentido de que muestra el final del capitalismo y nos obliga a pensar en la ruptura. A este respecto, Frank Kermode señalaba que la decadencia que aparece en la literatura apocalíptica se encontraba asociada a un deseo de renovación, de que vuelva a recomenzar nuestra relación con el mundo. Porque además de que la obra apocalíptica narra el final del capitalismo, cuenta también el nuevo comienzo, el paraíso en la tierra, la utopía. Es decir, la literatura apocalíptica incluye tanto el final del capitalismo como el comienzo de la utopía y es en este sentido que quizás podríamos concebir su potencialidad.

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