En el meridiano del tiempo no hay injusticia; sólo hay poesía del movimiento que crea la ilusión de la verdad y el drama. Si en cualquier momento y en cualquier parte se encuentra uno cara a cara con lo absoluto, la gran compasión que hace parecer divinos a hombres como Gautama y Jesús se enfría y se desvanece; lo monstruoso no es que los hombres hayan creado rosas a partir de ese estercolero, sino que, por la razón que sea, deseen rosas. Por una razón u otra, el hombre busca el milagro y para lograrlo es capaz de abrirse paso entre la sangre. Si por un solo segundo de su vida puede cerrar los ojos ante el horror de la realidad, es capaz de corromperse con ideas, reducirse a una sombra. Todo se soporta – ignominia, humillación, pobreza, guerra, crimen, ennui– gracias al convencimiento de que de la noche a la mañana algo ocurrirá, un milagro, que vuelva la vida tolerable. Y, mientras tanto, un contador está corriendo en su interior y no hay mano que pueda llegar hasta él para detenerlo. Mientras tanto, alguien está comiendo el pan de la vida y bebiendo el vino, un sacerdote sucio y gordo como una cucaracha que se esconde en el sótano para zampárselo, mientras arriba, a la luz de la calle, una hostia fantasma toca los labios y la sangre está pálida como el agua. Y de ese tormento y miseria eternos no resulta ningún milagro, ni siquiera un vestigio microscópico de milagro. Sólo ideas, ideas pálidas, atenuadas, que hay que cebar mediante la matanza, ideas que brotan como bilis, como las tripas de un cerdo, cuando lo abren en canal.
HENRY MILLER
En la obra de Henry Miller destacan los Trópicos, que se escondían en las librerías como tesoros malditos y codiciados, además de la trilogía compuesta por Sexus (1949), Plexus (1953) y Nexus (1960). Una obra especulativa, experimental, onírica, loca, una referencia para desentrañar las desviaciones lingüísticas, la libido que fluye desenfrenada en una corriente de bilis, de esperma, de palabras desesperadas que se preguntan por la naturaleza del deseo, perdiéndose a su vez en el castigo, la culpa, la condena, la supuesta necesidad, inclinándose la balanza según el estado de lucha entre Eros y Thánatos. Podríamos apuntar algunas ideas de la cita: el conflicto vida – muerte que se resuelve con un milagro, con esperar y «ganar algo», la lucha entre la realidad y el deseo, la relación entre la ilusión y el reflejo y el drama subsecuente, un drama que para Miller es a veces ridículo y espantoso, absurdo.