Por la mañana ella se decidió a cumplir sus deseos y escaparse, al fin, de aquellas tierras gobernadas por despóticos monarcas que parecían levitar sobre su cabeza. Pero pronto regresó al hogar tormentoso de su conciencia. Pensó por qué no había abierto el camino a machetazos, concluyendo que debía padecer algún tipo de ceguera que le había impedido ver aquella línea de fuga que atravesaba los territorios de los reyes: Capital, Edipo y Carencia. Cuando atardeció, salió de nuevo y se encontró con Capital, quien le dijo; “Si ante mí reconoces que quieres fugarte, te indicaré los caminos de salida”. Pero ella, desconfiada, pasó de largo. Por la noche se perdió en el Triángulo Gigante de Edipo, pero, gracias a las incendiarias intensidades de su cuerpo, escapó. Anduvo hasta toparse con Carencia; entonces los deseos incendiaron su cuerpo, carbonizando a esa reina cruel. Después tomó la línea de fuga.

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