Consideramos que la mejor manera de volver a la obra ballardiana, en este tiempo de gusto sintomático por las distopías y las ficciones apocalípticas, es entender que Ballard era sobre todo un estupendo detector de tendencias que, en el caso de las distopías y las ficciones apocalípticas, desarrollaba y narraba desde lo negativo, pero que también sabía abordar desde la perspectiva anticipadora y positiva del impulso utópico, creando el mundo utópico de Vermilion Sands en cuentos como Venus sonríe (1967).
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Artículo disponible en Revista Quimera
COMPRAR Nº438 DE QUIMERA
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Otro artículo de Víctor Atobas en Quimera:Literatura utópica: señales de esperanza