Que no es un problema ya de protestar, que ya no queremos protestar, queremos salir a la calle a defender un gobierno decente, y en un año lo podemos tener.

 PABLO IGLESIAS 17/1/2015

Fuente (minuto 1:17)

Los aparatos del Estado y el sistema de partidos

Si ha cundido la sensación de que el proyecto de Podemos ha envejecido en los últimos meses como si hubiera transcurrido mucho más tiempo, podría deberse a que la “nueva política” se tratara más bien una operación mediática y propagandística, puesto que las formas políticas de Podemos representan las de un partido centralizado y jerárquico que se ha introducido en el sistema político español siguiendo con la creación de estructuras tradiciones y con ciertas carencias democráticas, como el liderazgo personalista y la pérdida de poder de los círculos. Esta nueva entrada en el arco, ha venido acompañada de distintas repercusiones, y las bases de Podemos se han lanzado a la construcción de las estructuras partidistas, previo borrado de la horizontalidad del 15M.

Si la ventana de oportunidades se abrió con la crisis del capitalismo, junto a cambios en el sistema político como el hundimiento de la socialdemocracia representada por el PSOE, o un nuevo marco de relaciones internacionales que, especialmente desde la UE y Alemania, ha impuesto no sólo la pérdida de la soberanía monetaria y fiscal, sino el cambio constitucional del artículo 135 y, lo que es más importante, un marco internacional que tiende a superar al Estado como forma de organización social, en tanto que el poder del capital internacional: fondos de inversiones, especulación financiera y urbanística, la búsqueda de nuevas fuentes de rentabilidad ha llevado a tratados como TTiP o muchos otros, que ya durante el proceso de integración europea han socavado el poder de los Estados para regular los flujos de capitales, junto a otros problemas como los procesos migratorios, la desindustrialización y la aparición de riesgos derivados del poder de los mercados, amenazas internaciones respecto al sector energético y medioambiental.

En un contexto semejante, en el que el Estado ha sido víctima de la rapiña del modelo neoliberal, que ha buscado “nuevas oportunidades de mercado” en servicios públicos como la salud y la educación. Pero nos referimos a la globalidad del contexto, Podemos sigue apostados por “otra Unión Europea”, sin entender que el euro fue la forma de introducir del neoliberalismo en los países del sur, y que la Unión Europea carece de un proyecto de identidad europea que integre las diferentes nacionalidades, habiéndose constituido como un proyecto que ha fracaso y que presenta, al mismo tiempo, el riesgo de que la clase trabajadora busque la identidad en las naciones. Como ejemplo, podríamos mencionar al Frente Nacional de Le Pen. El nacionalismo gaullista ya fue un freno para el proceso de integración regional, y Francia podría avanzar con la victoria de Le Pen hacia un Estado aun más autoritario, represor y racista que podría traer graves consecuencias en Europa.

Los dirigentes de Podemos han capitaneado a la formación, inscrita ahora en el sistema de partidos siguiendo la normatividad de los partidos del Estado español. Debemos preguntarnos por las consecuencias de cerrar los círculos, al haberlos despojado de su poder y autonomía desde la base. Las iniciativas y el poder se concentran ahora en una pequeña dirección, y la herencia del 15M se ha traicionado, no tanto en la creación de estructuras partidistas y horizontales, sino en la institucionalización del movimiento social.

Desde la ciencia política, diversos autores del paradigma pluralista y marxista han insistido en la importancia de los movimientos sociales, y si el 15M abrió la llamada ventana de oportunidades políticas; esto es, cuando es posible que un actor lleve a cabo un salto cualitativo, como Podemos entrando en el sistema de partidos, sin un esfuerzo excesivo que hubiera impedido tal entrada. La crisis del PSOE podría, con el tiempo y si Podemos es capaz de llegar a los votantes mayoritarios del PSOE, concentrados en la franja de clase obrera, de edad media, proveniente del mundo rural y con una formación académica escasa, empleándose en trabajos poco cualificados o mandos intermedios. Si estos potenciales votantes abandonan el PSOE, el partido podría seguir la senda de desaparición gradual emprendida por el PASOK griego, o la crisis que azotó al social-liberalismo francés.

Según Pablo Iglesias, Errejón, Monedero y otros ideólogos de Podemos, la ventana de oportunidades pareció abierta a la formación de mayorías electorales con una vocación nacional – popular, que contuvieran en el horizonte medidas más rupturistas con el capital, quizás mediante la integración regional con Grecia, si gobierna Syriza, y otros países del sur de Europa. La estrategia neoliberal y los flujos incontrolables del capital, aparejados a los procesos sociales de empobrecimiento y pérdida de rentas y de calidad de vida por parte de la mayoría social, sin embargo, cuenta con el poder de los aparatos del Estado y de los efectos de la globalización, que ha puesto sobre la mesa la capacidad del sistema capitalista para perpetuarse, aun a costa de reformas.

Sin duda, esta estrategia parece bastante acertada en el sentido de que clase trabajadora, a la que se han unido otros actores oprimidos como las feministas y los ecologistas, reclaman al Estado. En su defensa, la mayoría no recurre a la Unión Europea sino al Estado español, y el grado de conciencia no alcanza, como sugiere en algunas intervenciones Pablo Iglesias, a tomar las fábricas, a organizarse en asambleas a las puertas del hospital, o concebir nuevos modos de producción. El Estado es uno de los principales medios por los que la clase dominante y el capitalismo se reproducen, y nos encontramos con que la mayoría reclama al Estado en busca de protección, de identidad y de sujeción.

Pero los individuos que nacen en el Estado capitalista, ya nunca vuelven a ser individuos más que en el momento de su nacimiento. Este argumento pertenece al análisis estructuralista de Althusser, que explica la construcción de los sujetos dando una importancia un tanto excesiva a la estructura, por encima de la actuación. Según las premisas de Althusser, ninguna persona podría ya ser libre, a pesar de que actuara al margen de las ideas dominantes que hubiera recibido a lo largo de su vida. Desde que nacemos, el Estado nos asigna una identidad y nos sujeta a una serie de normativas, en el sentido legal nos disgrega como sujetos jurídicos distintos parcelando así nuestras aspiraciones colectivas, y prácticas que tienen lugar en un concepto clave como el Aparatos Ideológicos del Estado. Desde la familia, la religión, el trabajo y los aparatos sindicales, partidistas, culturales, hasta la escuela o el hospital, la ideología dominante se despliega por doquier embullándonos en ideas y prácticas que perpetúan al sistema.

Los aparatos de Estado, la renta básica y la lucha hegemónica.

Ante este análisis, las organizaciones de izquierda carecen de la posibilidad de romper la hegemonía, para empezar con el concepto de autoridad y las formas en que está constituida la propia sociedad, en sujetos parcializados, fragmentados y repletos de contradicciones; por una parte, la represión que desde la más tierna infancia tienen la sexualidad, así como la censura y exclusión de todo lo que difiera con el patrón dominante, esto es, aquellos que se ajusta a los intereses reproductivos del sistema, ya hablemos de un aula de colegio, de una empresa en que los jefes tratan de enfrentar entre sí a los trabajadores, por ejemplo, o en el uso del lenguaje cotidiano.

Podría objetarse que, para la revolución, sería necesario un nuevo modo de producción, pero las dinámicas de transformación social, tal y como señalan autores como Bob Jessop, superan con amplitud a las relaciones de producción y al mundo del trabajo, aun más cuando millones de personas permanecen desempleadas, sin encontrar apenas marcos enmarcadoras que sean eficaces, ni tampoco canales de movilización, pero oprimidos y oprimidas igualmente.

Nos preguntamos qué ideas tienen el equipo de Iglesias y el resto de ideólogos respecto a la politización de nuevos espacios, cuando se han plegado a las exigencias del sistema de partidos del régimen, acabando con la horizontalidad y los derechos democráticos como la construcción de corrientes internas. Como militante anticapitalista, no he participado en la creación de Podemos porque he considerado que, pese a la buena voluntad de algun@ de sus integrantes, acabaría inscribiéndose en los aparatos del Estado, dificultando la acción social impulsada desde el 15M al institucionalizar las demandas y crear ilusión en torno a las posibilidades de las instituciones burguesas.

Por tanto, Podemos juega el papel que el sistema de partidos quiere que juegue, y las leyes de competición incluyen la democracia de audiencias, en la que los medios de comunicación aumentan si cabe su influencia en la formación de la opinión pública. Experiencias históricas como el SPD alemán, el Frente Amplio de Uruguay, Ecuador y el gobierno de Correa, por citar algunas, han demostrado la imposibilidad de romper con el capitalismo cuando la vida de la organización y todos los intereses, incluidos los de las burocracias, dependen de la inscripción en una serie de aparatos, suscribiendo normas que dificultan las reformas en países como Venezuela, que encontró en el ALBA un proyecto de integración regional que podría ser emulado entre los Estados griego y español, pero que permanece repleto de contradicciones.

La competición electoral, siguiendo la teoría del votante mediando que tanto han comprendido los dirigentes de Podemos, obliga a girar al centro para conquistar a la mayoría de electores. En tal caso, medidas como la renta básica universal carecen de atractivo en las elecciones, con que han desparecido del documento económico de la formación, redactado por dos socialdemócratas como Navarro y Torres que siguen apostando por el crecimiento económico y las fórmulas keynesianas, lo que sin duda llevaría a la catástrofe en el largo plazo, dado el ataque a la tierra y a los recursos naturales, con los riesgos de seguridad que conlleva y el carácter multilateral del crecimiento económico. Los países del sur y de oriente pagan las consecuencias del derroche de Occidente, la crisis alimentaria y los flujos migratorios que provocan este modelo de expolio y de opresión, en que los salarios y las condiciones esclavistas imperan. No se puede seguir apostando por volver a ritmos anteriores a la crisis, porque es imposible. Uno de los múltiples factores podría ser que la tecnología está sustituyendo al trabajo, en Occidente.

La propuesta más interesante de Podemos, en este sentido, era la renta básica universal, porque ponía en jaque a la ideología del trabajo. Todo el trabajo social, las labores domésticas, las actividades artísticas y culturales, son excluidos del mundo del trabajo. Si la competición entre las empresas sigue su curso, acabarán surgiendo nuevas formas de acumulación de capital ficticio, y más importante, irrumpirá un nuevo de producción basado, sin duda, en la revolución tecnológica y en formas productivas que superen el concepto de trabajo asalariado, automatizando los procesos hasta el punto que las máquinas y robots podrían repararse a sí mismos. Ante esta perspectiva, el trabajo asalariado desaparecería entrando, a su vez, en contradicciones con otras formas de organización del trabajo. Desde una perspectiva de autores como Marcuse, el progreso tecnológico permitiría emplear un tiempo cada vez mayor en el placer, la cultura y el trabajo entendido como contribución social, como podrían ser el arte y la educación libertaria, de modo que la jornada laboral se reduciría y por fin podríamos dar rienda suelta a Eros, hasta ahora presa de Thánatos y del trabajo penoso, triste, cargante.

Como comentábamos antes, la inscripción en los aparatos del Estado conlleva un precio a pagar. Y la renta básica ha desaparecido del programa económico de Podemos, igual que se han derechizado en cuestiones como la jubilación, de modo que la organización retiene una serie de medidas básicas orientas desde las reclamaciones que la mayoría social hace al Estado y que consiste, en líneas generales, en la recuperación de los servicios públicos y de la protección del Estado del Bienestar que, por los años anteriores a la crisis, se encontraba aun en formación en el Estado español, con reformas como el cuidado a las personas dependientes que ampliaban el marco de actuación de las políticas sociales. Pero debemos preguntarnos por la trampa que supone que, por una parte, la mayoría de la población desee volver a los tiempos anteriores a la crisis, cuando el Estado suponía un colchón de protección y el crecimiento económico suponía uno de los velos tendidos sobre la falsa paz social. Es decir, si la irrupción de Podemos abre una ventana de oportunidades ¿Qué podría cerrarla? Desde los argumentos que hemos planteado, quizás mejor preguntarnos qué mantendría la ventana de oportunidades abierta.

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