Santiago Alba Rico piensa en su ensayo “Ser o no ser (un cuerpo)” (Seix Barral), el problema del cuerpo. Aquí nos gustaría invitar, con sumo goce, a nuestro admirado pensador a que debatiera con nosotros sobre dicho problema, por supuesto, no con la pretensión de polemizar con él, sino de aprender de (o con) él. Nos referiremos, en concreto, a la respuesta que el filósofo español dio a una de las preguntas contenidas en la entrevista que le hicimos desde Zoozobra Magazine. A la pregunta: ¿Cómo concibes la relación entre el cuerpo y la identidad personal y sexual?, Alba Rico respondió:
Durante siglos los tres factores -cuerpo, identidad personal, identidad sexual- han venido en el mismo paquete, como “datos” incuestionables; y cualquier desajuste era considerado “disonancia” y por lo tanto anomalía y monstruosidad. Uno recibía con el cuerpo un sexo y, al mismo tiempo, si se quiere, un carnet de identidad en el que figuraban, como datos incuestionables, el sexo mismo, la nacionalidad, el estado civil, la religión. Hoy ese “carnet de identidad” ha sido sustituido por un teléfono móvil que implica, de entrada, un desanclaje de todas las relaciones identitarias en relación con el cuerpo. Esto tiene una parte positiva y otra negativa. La positiva es que ya no hay “monstruos”. La negativa es que resulta cada vez más difícil distinguir entre los datos -lo que nos viene dado- y los caprichos -lo que podemos escoger al albur de nuestros deseos más volátiles. El cuerpo, ¿es un dato o un capricho? El mercado es radicalmente “constructivista”: no admite ni estabilidades ni fidelidades. Su lema es: sé como gustes. Convierte el gusto personal -en realidad estandarizado y aguijoneado desde fuera- en el único criterio de intervención […] Concluía la respuesta con una reivindicación: Hay una defensa de los datos -de lo ya dado- frente a la plasticidad sin límites del mercado que me parece fundamental reivindicar.
El filósofo parte de la convicción de que nos roban el cuerpo, de que debido a la plasticidad del mercado, del tiempo de trabajo y la mediación de las nuevas tecnologías, utilizadas para aumentar el grado de control sobre la sociedad, no tenemos sino la imagen de un cuerpo. Es la fantasía del cuerpo orgánico rechazada por Lyotard, que Alba Rico, en otro sentido, también denuncia. Para este último, el control que hacemos de nuestros cuerpos, por ejemplo en el gimnasio, se entiende por nuestro deseo de ofrecer esa imagen corporal en las redes sociales.
Pero nosotros resaltaríamos que el punto de partida de que nos han robado el cuerpo es negativo, y ante lo negativo se abren distintas alternativas: o no nos han robado el cuerpo como afirma Alba Rico, o sí que nos lo han robado y entones ya hay algo negativo en el ser. Sin embargo, no existe la alternativa de no tener cuerpo, el poder ha tomado a éste a su cargo pero nosotros somos los que entramos en la lucha, en la batalla por resistirnos y seguir la línea de fuga. Es decir, la negación es ilusoria, puesto que los problemas no son negativos, sino productivos. Cuando Alba Rico afirma que nos han robado el cuerpo, que no tenemos sino la imagen del cuerpo. ¿Acaso no está llevando lo negativo al ser? ¿La contradicción entre no poder negar que tenemos cuerpo, que nos agenciamos a otros cuerpos o a otras máquinas, y afirmar que nos lo han robado, acaso no supone la ilusión proyectada por el problema? Tenemos cuerpo, aunque sea sin órganos, como los esquizofrénicos; somos deleuzianos en esto. Y no nos han robado el cuerpo como tal, sino que el poder político trata de disciplinarlo y controlarlo. Un ejemplo de esto último son las condiciones sociales y económicas del siglo XVII y XVIII, que dieron lugar a ciertos juegos de saber y de poder, que hicieron posible la emergencia del cuerpo del loco, encerrado en la institución del manicomio. Quizás podría pensarse que el filósofo español introduce las formas de lo negativo en las relaciones reales y actuales de nuestros cuerpos, porque ha separado éstas de la virtualidad de la transición que vivimos, es decir, del paso de la sociedad disciplinaria donde los cuerpos eran encerrados en espacios de socialización carcelaria como las fábricas, las oficinas, los manicomios, los hospitales, entre otros, a una sociedad de control donde dichos espacios no son tan necesarios para el poder, puesto que éste ha producido (y el capital ha traducido) el deseo de controlar nuestros cuerpos al máximo. Hablamos de afirmación, producción, no de pérdida ni negación.
En la respuesta reproducida antes, pensando el problema del cuerpo, Alba Rico se pregunta: ¿El cuerpo es un dato o un capricho? Siguiendo a Deleuze diremos que los problemas no son datos, no están dados. La hipótesis del filósofo español plantea que nuestros cuerpos vienen dados y que luego las tecnologías del poder nos los roban, impiden que éstos se manifiesten salvo en las fronteras, en los campos de refugiados, en los inmigrantes golpeados en los CIES. Pero al convertir el problema en una hipótesis, se corre el peligro de que cada afirmación hipotética tenga su doble en una negación. Esto es: si nos han robado el cuerpo, entonces no tenemos cuerpo. Ante dicho peligro, Deleuze propone la acepción productiva del problema y vigilar cómo el éste tiende hacia la ilusión de lo negativo, propuestas que ya hemos comentado antes, además de la ruptura de la complicidad entre lo negativo y la hipotético, en beneficio de la relación entre el problema y la diferencia.
Concluyendo, la insistencia de las preguntas no se expresa bajo la forma del ¿Por qué? (¿Por qué vivimos nuestro cuerpo como un problema?), sino ¿Qué diferencia hay? ¿Cómo podemos hacer la diferencia, es decir, aquello que crea cuerpos diversos, atravesados por el deseo molecular que tiende a insistir y a deshacer la sociedad de control que persiste? Hacer la diferencia significa repetir el diferenciante, lo dispar, el objeto causa del deseo (el objeto =a lacaniano), o dicho de otra forma: vincular lo diferente con lo diferente. No buscar el cuerpo perdido o robado, sino elevar el deseo a la enésima potencia.