La obra de Teatrería Denuncia “¿El miedo es libre?” es lo que necesitábamos para estos San Pedros repletos de mercadotecnia sin mensaje y borracheras de espectáculos y sinsentidos, una obra dirigida al gran público pero con la gran diferencia de que, además de entretener, hace pensar y pone las cartas sobre la mesa. Un gran teléfono rojo desde que llegan las señales de peligro: falsas alarmas, noticias asfixiantes, el recuerdo de la enfermedad, el miedo a existir. Más de 600 personas abarrotaron la Sala de Actos de la Casa de la Cultura de Gamonal en un tarde de teatro en que nos preguntamos por el poder del miedo en nuestras vidas.
Miedo a los demás, a ser devorados por la enfermedad, pavor al fracaso, estigma, la opresión machista o la autoridad en las aulas. La primera fobia tratada fue la que acarrea la muerte. Desde una especie de oficina central, los órganos eran organizados presentando informes, siendo dirigidos y puestos en marcha para su funcionamiento hasta que, a la mínima, saltaba una alarma que hacía temer por un fallo del organismo y, por tanto, a la muerte siempre presente aunque negada en nuestra realidad cotidiana.
Porque el miedo es lo que imbuye la realidad cotidiana, también en nuestro trabajo, si es que lo tenemos. La segunda escena ponía el ritmo in crescendo con una brillante sátira de los medios de comunicación, con la “Tertulia Cultural de la Cadena Sell” donde advertimos la censura pero desde una óptica satírica y desenfadada, castiza y alegre que marcó la tónica de unas actuaciones entusiastas y divertidas, que convencieron al público y le hicieron pensar sobre la realidad del periodista precario, perdido en la tormenta, con miedo a ser despedido, que fue representado por la magnífica actuación de Marcos Erro, autor la obra, dirigida por Paloma Fernández Yllana
La tercera entrada fue una burlona y crítica mirada a la educación. De forma que un grupo de amigos de la escuela jugaban y discutían, siempre bajo los valores que habían mamado del ambiente autoritario y absurdo del sistema escolar, donde tan claro se aprecia el machismo y el miedo a ser rechazado por los demás. En la cuarta escena unos científicos locos, ávidos de contentar al poder y haciendo cabriolas que despertaron las risas del público, tratando de encontrar la fórmula del control social para tratar de atar las ansías de libertad.
A lo largo de la obra se hizo patente el rechazo a la censura y a la Ley Mordaza, siempre con un lenguaje accesible y unas referencias directas y contundentes a los mafiosos como nos gobiernan en Burgos y nos meten en Pozos y Plazas. Lo bueno es que no hacía falta ser un entendido de Buero Vallejo o Sastre para entender y apreciar una obra tan sencilla, y a la vez tan completa de preguntas, sacando a la luz que el miedo y la autoridad se encuentran, veladas, escondidas, acechando, en la vida cotidiana de la gente.
Adán y Eva ocuparon la quinta escena. Mejor dicho; las Evas que demostraban la contradicción entre quienes se habían sometido al amor romántico, el machismo, el heterocentrismo, la exclusión, y las prácticas normativas y jerarquías del patriarcado. Nerea encarnó a la primera esposa de Adán, Lilit, contra el destino asignado por la jerarquía patriarcal; el resto trataban de convencerla de su error, hasta que resultó al contrario y las mujeres desgranaron las opresiones a las que se ven sometidas.
La sexta escena de “¿El miedo es libre”? comenzaba con una entrevista de trabajo en la que los actores se pedorrearon de la inhumanidad y el miedo acarreado en tales situaciones en que la inseguridad se apodera de nosotrxs. Así, aplaudimos esta obra por emerger, de manera accesible y divertida, los momentos en que imbuidos por el pavor, cuando tememos situaciones que, en verdad, no nos dan miedo. De forma que también podemos afrontarlas con la energía y el ímpetu rebelde de los tablados de Teatrería Denuncia.
El miedo a desaparecer y perder la memoria, fue representado por un brillante diálogo escrito por Yoly, narrado mediante la voz en off de una anciana criada tras la Guerra Civil, disolviéndose en la enfermedad del olvido. Por fortuna, la anciana siempre recibía la llamada, ya anónima, de quien lucha por desarmar la desmemoria de un país como el nuestro. La España desaparecida que narraba Maux Aub en “La gallina ciega” que las instituciones del régimen del 78 han ocultado y silenciado, la España que Aub conoció antes de regresar del exilio y desconocerla; tenía sueños de cambio, progreso, lucha y utopía, y el franquismo todo lo borró y aniquiló, como la memoria de la anciana del diálogo, salvo que las generaciones de nuevxs luchadorxs llaman al recuerdo y la lucha. Aquí encontramos el contenido histórico de esta obra, que ha subido al tablado los miedos que se encuentran velados en nuestras vidas cotidianas. Así da gusto ir al teatro. La obra terminaba con una escena colectiva en la que se preguntaba al público si acaso ¿Les dará miedo que no tengamos miedo? ¿Y si temieran el momento en que nos atreviéramos a decir basta?