A lo largo del curso histórico, en distintas civilizaciones, encontramos a la autoridad pensada desde su intencionalidad (una fuerza que domina y somete), su dirección (de arriba-abajo), o su moralidad (justa-injusta), entre otras acepciones. Nosotros definimos la autoridad como las relaciones, flujos y formaciones políticas de los procesos histórico-culturales; la autoridad compuesta por la materia y las prácticas empíricas de la dominación, desplegada durante momentos históricos determinados, como requisito para la perpetuación del modo productivo, realizada en el dominio de la naturaleza y de los seres humanos a través de la razón instrumental, así como en la psicología del sujeto fragmentado y sometido, aislado y deprimido quien, aun compartiendo intereses con el resto, no puede enfrentar la irracionalidad de sociedades cada vez más abundantes, y al mismo tiempo desiguales e injustas. El individuo, construido como sujeto a través del desarrollo de los Aparatos Ideológicos del Estado, no podrá liberarse pese a la lucha por los grados de autonomía personal.

La libertad interior designa el espacio privado en el cual el hombre puede convertirse a sí mismo y seguir siendo él mismo (1). El hombre se libera de su situación de estar sometido por la finalidad del todo, aprendiendo a crear la finalidad, a organizar una totalidad con fines que él juzga y aprecia (2). El hombre y la mujer superan la servidumbre organizando la libertad (como finalidad), habiendo superado el reino de la necesidad, creando contextos libres de elección y actuación. Foucault pensó a la autoridad como el poder político que, desde los dispositivos de control social, se introducía en los cuerpos a través de conceptos como “biopoder”, que guardan una estrecha relación con la evolución histórica de la autoridad. El filósofo francés se interesó también por la historia de la sexualidad y de la locura, comprometiéndose con los excluidos de las sociedades totalitarias de Occidente.

Bajo el gobierno de una totalidad represiva, la libertad se puede convertir en un poderoso instrumento de dominación. La amplitud de la selección abierta a un individuo no es factor decisivo para determinar el grado de libertad humana, pero sí lo es lo que se puede escoger y lo que es escogido por el individuo (3). Con el cierre político y epistemológico de las sociedades Occidentales; la autoridad se instala en la razón instrumental, reduciendo al hombre y a la mujer al estado de cosa, a mero instrumento de la dominación, que persigue la perpetuación del modo de producción sobre el que emerge la estratificación de las sociedades. René Dumont escribió: la esclavitud está determinada […] no por la obediencia, ni por la rudeza en el trabajo, sino en el status de instrumento y la reducción del hombre al estado de cosa. Aquí se detecta la convergencia histórica entre los conceptos de esclavitud y autoridad, teniendo presente que las dinámicas y las luchas sociales desproveyeron a la  esclavitud de su forma contractual, en la que el amo garantizaba la supervivencia del esclavo. Pero aunque no exista un contrato de esclavitud como tal, la sociedad autoritaria como la totalidad que puede matar, condenar, desahuciar, administrar la violencia y a los propios sujetos, a través de los dispositivos de control, vigilancia y biopoder, reduce al hombre y a la mujer al estado de cosa sujetada, incapaz de realizarse en sus intereses comunes.

Dichos intereses comunes, entendidos desde la racionalidad que no ha sido desprovista de la ética, supondrían para la mayoría social el desprendimiento de la razón instrumental y técnica sobre la que sustenta la dominación. La abundancia alcanzada en el curso histórico, refiriéndonos a las sociedades Occidentales, haría innecesaria la lucha por la realización de las necesidades y por la supervivencia. Las tendencias del capitalismo en Occidente, tales como la desindustrialización, el control de las comunicaciones, las altas tasas de desempleo, o el incremento de las rentas del capital frente a las del trabajo, se encontraron previamente con la filosofía de Weber, encargado de eliminar los juicios morales de la ciencia y del análisis social, de modo que no se pudiera juzgar a una situación como injusta. Weber estaba entusiasmado con el papel de su filosofía, y creía que se encaminaba hacia el fin histórico de la clase burguesa; que él entendía como la industrialización. Cabría preguntarse: ¿Qué hay más racional para la clase proletaria, en la que incluiríamos ya otros sujetos históricos como el precariado, la mujer oprimida por el patriarcado, o los y las ecologistas que luchan contra la barbarie y la destrucción, qué la denuncia de la injustica y la superación del reino de la necesidad?

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