El pitido del despertador sobresaltó al hombre, que descansaba en ropa interior sobre las sábanas. La ventana de la habitación se encontraba abierta para dejar paso al frescor de la noche. Debía levantarse temprano y trabajar. Su ocupación consistía en atender a los inquilinos del complejo de apartamentos. Reparaba electrodomésticos, limpiaba la piscina y cobraba la renta en efectivo. No era el empleo de sus sueños. Pero a su edad no conseguiría nada mejor. De cualquier forma, trababa amistad y se relacionaba con sus vecinos. Era soltero y hacía tiempo que no se citaba con una mujer.
Permaneció unos instantes amodorrado, resistiéndose a poner los pies sobre el suelo enmoquetado. Se levantó y acudió al lavabo y, después de palparse la barba, decidió dejar que siguiera creciendo. Era un tipo de estatura mediana, de cuerpo flaco y débiles músculos, de ojos oscuros al igual que su pelo. Tenía entradas y canas y no se cuidaba dado que nadie se fijaba en él de manera especial.
Luego preparó cereales con chocolate. Calentó leche y la añadió al plato. La cocina presentaba los deshechos de las comidas anteriores. Arroz chino y pizza rancia descansaban en la encimera. Adecentaba las viviendas de los demás si lo necesitaban. Pero la suya permanecía así porque no tenía tiempo.
Sonó el teléfono y aguardó dos timbrazos antes de descolgarlo.
— Conserjería de Blue Place – dijo.
— Lance… – contestó la voz.
— ¿Si?
— Soy Colby.
— ¿Qué quieres?
— El agua ha dejado de correr. ¿La has cortado? ¿Existe alguna avería general?
— ¿Ha dejado de correr?
— Sí.
— Qué extraño. Aquí funciona – y Lance puso en marcha el fregadero.
— Lo sé. Por eso te llamo. Siento que sea tan pronto – dijo Colby.
— Ahora voy para allá.
— De acuerdo
— Pero no toques nada. Desiste de intentar arreglarlo.
— Te espero.
Buscó las prendas arrugadas de su armario, se vistió, y salió al exterior. Vivía en un edificio adyacente a la piscina. El complejo tenía forma de cuadrado, aunque uno de los lados estaba sin construir. Así los inquilinos podían observar la carretera y los coches que transitaban por ella; fisgonear quién venía a altas horas de la madrugada o con qué compañía lo hacía.